Balmain se despidió de Christophe Decarnin. Y van dos…

De nuevo me puse chismoso. Y esto no terminará porque el mundo de la moda está más que revuelto amigos. Balmain también prescindió de su director creativo Christophe Decarnin, tras cinco años de exitosa relación. Así como lo leen. La moda se devora a otro de sus hijos (noten qué dramáticas son las imágenes que utilizo). Christophe Decarnin nació en un balneario, Touquet, pero vivió en un manicomio, la industria de la moda y el 7 de abril pasado, a los 46 años, fue despedido tras un lustro como director creativo de Balmain. Un breve periodo en el que el diseñador francés logró una difícil combinación: relevancia creativa y éxito comercial. Sus chaquetas volvieron a poner de moda las hombreras y sus escuetos vestidos -tan sexuales como prohibitivos- alimentaron una expansión empresarial impensable hasta hace bien poco. Dejó a la casa Balmain, fundada en 1945, funcionando de manera óptima ya que tienen previsto abrir ocho nuevas tiendas en Asia en los próximos meses. Cuando Balmain incorporó a Decarnin era una firma a la deriva, hundida por las deudas y los cambios de diseñador. Con él, las ventas se incrementaron un 50% y se creó una Balmainmanía sin precedentes. Christophe Decarnin siempre jugó un rol discreto en una casa que en el momento de su llegada retenía poco de su glorioso pasado y en su primer desfile -el de otoño/invierno 2006 lanzó un mensaje radicalmente distinto e innovador. Desde el principio contó con el apoyo de Emmanuelle Alt, la influyente estilista que era por entonces directora de moda de Vogue Paris [Párrafo aparte: Alt desde enero de 2011 ocupa la dirección, en sustitución de su antigua jefa, Carine Roitfeld. Y de Carine Roitfeld e ocuparé en breve porque los chismes en relación con su salida de Vogue están a la orden del día]. Ammanuelle Alt no solo empezó a incluir a Balmain en las páginas de la revista: además, era su asesora. Poco a poco Decarnin fue haciéndose conocido por sus bordados y vaqueros rotos carísimos que le valieron críticas al tiempo que ganaban numerosos adeptos también. Mientras tanto, la comunicación entre el diseñador y la empresa era prácticamente nula. El 3 de marzo se presentó en París la colección para el otoño/invierno de 2011. El diseñador francés no salió a saludar al final, como es costumbre. Recuerden que también el mundo de la moda estaba siendo agitado por las noticias sobre la caída en picada de Galliano… Decarnin se encontraba, explicó un portavoz, en reposo por prescripción médica: estaba "mentalmente exhausto".En el comunicado emitido el 6 de abril, la compañía no dio razones para explicar el fin de la colaboración. El presidente, Alain Hivelin, expresó su reconocimiento al creador en una manera llamativamente escueta: "El trabajo de Christophe Decarnin con el equipo de diseño de la casa ha contribuido al éxito de la marca en los últimos años". Algunos empleados de Balmain se enteraron del despido por los medios de comunicación. Ahora se espera que sea reemplazado por alguien de su equipo (de unas 25 personas) y que el nombramiento se haga en breve. Por otro lado, nadie respondió sobre el paradero de Decarnin y lo único que se sabe es que más allá de la condición de salud de Decarnin, éste y la empresa mantenían al parecer insalvables divergencias estratégicas.

Decarnin dio muestras de ser un diseñador de extremo talento. Estudió en la escuela Esmod de París en los años ochenta y pasó siete años en Paco Rabanne. De carácter más bien corto y muy tímido, no solía aparecer en eventos y apenas concedía entrevistas, mientras que en público, se le veía incómodo. Todo este carácter retraído contrastaba con la voluptuosidad y hedonismo de la fórmula estética con la que resucitó a la marca.

Camisetas y bordados artísticamente destruidos de precios exorbitantes: 50.000 euros por un vestido o 1.500 euros por unos vaqueros rotos. Su ausencia conmocionó a la industria en marzo y el definitivo despido echa un manto de tristeza nuevamente sobre la suerte de los diseñadores en una industria que no da treguas y en la que cada vez parece ser más difícil mantenerse cuerdo y en pie.