Siempre es bueno darse una vuelta por la Semana de la moda de Milán para regodearse con las mejores demostraciones en el trabajo artesanal del cuero, de las pieles y hasta de la paja. En las colecciones de Bottega VEneta y de Fendi siempre se tiene cita con lo mejor del “Made in Italy” y sin embargo, a la cabeza de ambas firmas hay dos creadores alemandes: Tomas Maier en Bottega y Karl Lagerfeld en Fendi. ¿Perfeccionismo teurón asociado al brío italiano? En la colección de Bottega Veneta los primeros vestidos con flores destilaban reminiscencias a los primeros años cuarenta y hasta parecía que Elsa Schiaparelli había metido mano en algunos detalles muy creativos. Se notaba sobre todo en la camisería con hombros XXL (tipo jugador de football americano) que habían sido creación de la modista a finales de la década del treinta y también en la originalidad de los estampados de los vestidos. Este perfume “nostalchic” por suerte se evaporaba antes de que las prendas se transformaran en versiones vintage de antiguos diseños. Luego, el cuero hizo su aparición a manera de bandas que estructuraban vestidos bastante convencionales. Siguieron modelos más contemporáneos en jersey drapeado con detalles decorativos en tono sobre tono. La colección estuvo dedicada prácticamente de forma completa a los vestidos que, a pesar de la falta de originalidad, no dejaron de sorprender en los detalles (calados, recortes, patchwork) y funcionaron como excelentes muestras del savoir-faire de la casa.
En Fendi, el presidente de la marca, Pietro Beccari (ex Louis Vuitton) decidió gastar unos billetitos e inauguró temporada con nuevas oficinas, nuevos showrooms, nueva sala de desfiles, nuevos equipos creativos para la sección accesorios y para el estudio de prêt-à-porter. Karl Lagerfeld y Silvia Fendi están como siempre al mando de las colecciones de moda y de accesorios que ya se han convertido en una especie de apelación de origen controlado para la famosísima casa italiana. He visto en Fendi una voluntad intensa para conferir a la marca una identidad a la vez más clara y más fuerte. El trabajo con el cuero y la piel triunfa con efectos de trompe l’oeil basados en la superposición de calados, partes recortadas, bandas contrastantes y grafismos explosivos y muy complejos. La paleta es de colores pastel: banana, cielo, rosa que juegan con el negro produciendo acertados efectos visuales. Todo esto en vestidos cortos, con magas cortas o sin ellas, pantalones capri, shorte, enteritos, faldas cortas y faldas-pantalón, pequeños abrigos, short y chaquetas. Por el lado de los accesorios, una sorpresa: no apareció el logo por ninguna parte. El bolso baguette y todos los otros modelos perdieron la doble F de metal en favor de un equivalente en plexi transparente. ¿A qué responde la idea? Hacer olvidar el emblema y promover la marca revalorizando mucho más el trabajo del cuero, excepcional como siempre. Pero en realidad la doble F, si bien desapareció de los accesorios, estuvo presente en casi todas las prendas de cuero, jugando con los patrones geométricos que hacían referencia de manera espléndida a lo mejor del grafismo soviético de los años veinte.
Por ahora les dejo estos dos desfiles pero seguiré comentándoles otras colecciones porque debo confesarle que la Semana de la moda de Milano me resultó mucho más atractiva que la de New York…y ya les contaré por qué…..