Ya lo dije alguna vez….si existe un paraíso de la moda, Cristóbal Balenciaga, Madeleine Vionnet y Madame Grès deberían ser los reyes absolutos. Por supuesto que el querido Yves Saint-Laurent y Alexander McQueen serían los principitos…. Cuánta nostalgia que me da evocar a todos estos maestros…. ¡¡¡Pero cuánta alegría saber que el genio absoluto de Balenciaga ya tiene su museo propio!!! El siete de junio pasado se inauguró finalmente luego de innumerables problemas relacionados con su financiación y el 10 de junio abrió sus puertas al público.
El lugar es espléndido como la obra del genio, considerada por muchos como el punto cumbre de la costura del siglo XX, cien años en los que se sentaron las bases del negocio que actualmente conocemos y por el que pasaron otros genios como Poiret, Chanel, Saint-Laurent, Dior,… pero, según los expertos, entre los que Mercure Galant se incluye por supuesto, ninguno como Balenciaga. La propia Coco reconocía que él era el único capaz de hacer todos los pasos para conseguir un diseño, desde dibujarlo a coserlo. “Es el único de nosotros que es un verdadero couturier” dijo un día la celosa Chanel que no tuvo otra que reconocer la maestría del modisto.
Ya en 1938 la Vogue América decía del diseñador español: “Tiene una despreocupación total y absoluta por la opinión pública y le importa un pimiento si a la prensa o a sus clientes les gusta su colección, y como no sigue más ideas o tendencias que las suyas propias, todo el mundo lo sigue a él”.
Fue la Marquesa de Casa Torres la que descubrió la afición a la moda de un joven Cristóbal de 13 años y se lo llevó de aprendiz a casa de un sastre. Luego, con 24 años abrió su primer taller en Madrid y consiguió vestir a toda la corte de Alfonso XIII, y tras arruinarse y volver a recuperarse, comenzó el viaje más apasionante de su vida que le llevó a París, tras pasar por Londres, ciudad en la que se convirtió en la gran referencia desde su tienda en George V abierta en 1937.
Si, como dice mi colega Linda Watson “Dior hizo una declaración que cambió el curso de la moda en el siglo XX, Balenciaga creó los más duraderos ejemplos de perfección”. Colin McDowell lo pone en la base del diseño actual: “El concepto de prendas sastre desestructuradas pero de corte impecable, explotado por Calvin Klein, Giorgio Armani y Ralph Lauren fue ideado por él a comienzos de los 50. El estilo de los vestidos de noche de Galliano o Gigli siguen la línea de Balenciaga, y la pureza del corte de Ferré no está muy alejada del rigor del creador español”.
El edificio es un coloso acristalado que encierra la colección expuesta compuesta por 90 piezas entre trajes y complementos. El Museo además exhibirá de forma rotatoria parte de las 1.200 piezas de su fondo y que han sido cedidas o donadas por particulares e instituciones privadas y públicas. En su plan el Museo Cristóbal Balenciaga busca dinamizar su vocación monográfica. Quiere convertirse en un centro internacional con vocación didáctica, divulgativa e investigadora entorno a la figura del modisto. Dentro de los 30 millones de euros de presupuesto van incluidos las inversiones previstas para este año de funcionamiento, restauración y acondicionamiento de las piezas y para poner en marcha el Centro de Formación con una partida de 400.000 euros.
Balenciaga era un compendio de artes. Decía que un buen modista ha de ser "arquitecto en sus bocetos; escultor, por su manera de abordar la forma; pintor, al resolver los problemas del color; músico, por armonizar los elementos, y filósofo, en la mesura".
Ahora en Getaria, su pueblo natal en el País Vasco podremos admirar sus geniales vestidos saco y las formas trapezoidales que marcaron la década de los 60 y caernos de espaldas frente a la perfección del corte y el armado de sus prendas. Una perfección por la que quiso llevar a su taller a casi 3.000 azafatas de Air France cuando la compañía le pidió que diseñara los uniformes; una perfección que en 1968 le llevó a cerrar su casa de costura porque ya no tenía a nadie a quién vestir y una perfección que ha inspirado y marcado a otros genios como Courrèges, Ungaro o Givenchy y que, según cuentan, lleva al ahora denostado John Galliano a exclamar “c’est Balenciaga!” cuando ve que algo está perfecto.